La fundación de la iglesia de Meira, se establece en el S. XII, alrededor del año 1143; el rey Alfonso VII dona estas tierras a los Condes de Sarria: D. Álvaro Rodríguez y Dña. Sancha Fernández. Estos a su vez, ven la floreciente y rápida expansión de la orden religiosa del Císter por España y Europa, por lo que entregan a esta congregación las tierras donadas por el rey.
El enclave es muy adecuado para los objetivos de estos monjes; un lugar apartado de los núcleos de población, y con buenas condiciones para los trabajos agrícolas e industriales.
Esta orden procede de ¿Claraval¿ (Francia), de la cual su promotor y fundador es San Bernardo. De la gran abadía de Claraval, salían filiales con el objetivo de construir conventos y establecer vida religiosa de acuerdo con la orden. La principal premisa es ¿Ora et labora¿, por lo que todas las construcciones son funcionales y sin ornamentación para así evitar la distracción visual y centrarse en el rezo, en la meditación y en el trabajo diario.
En cada joven filial, se enviaban 12 monjes y un abad, que portaban la estructura y características que el convento debía cumplir. La de Meira fue la 43ª filial.
Esta orden destaca por su simplicidad, austeridad y falta de decoración. Seguían la regla de San Benito que rechazaba las pinturas, los adornos, las esculturas, las dimensiones desproporcionadas como en Cluny, y las riquezas y diezmos argumentando que deben abandonar los encantos de este mundo para entregarse a Cristo. La pobreza absoluta ayudaba a enriquecer el espíritu y dedicarse a Dios.